Page 64 - Gaceta Psicologia abr 21
P. 64
de la mujer. Pero fuera del ámbito familiar son capaces
de llevar un orden social y dentro de la familia siguen las
reglas de la esposa.
Como se mencionó anteriormente el padre sigue las reglas
de la madre, sin embargo el hijo solicita su inserción con
respecto a la madre. Lauchand (1998) considera que el
obsesivo requiere de un padre que se presente y perma-
nezca cumpliendo los roles de padre, esto es una forma de
que el obsesivo pueda darse cuenta que el lugar que tiene
el padre no puede ser ocupado por alguien más.
Lacan también introduce la distinción entre tres registros
de la experiencia: lo Imaginario, lo Simbólico y lo Real, a
esto se le denomina el nudo borromeo. Es por ello que
entonces podemos denominar un padre imaginario, un
padre simbólico y un padre real. El padre imaginario, es
la imagen que el obsesivo tiene del padre, aquel hacia
quien dirige su agresividad, sus celos, rivalidad y al mismo
tiempo idealización. En cambio el padre real, se refiere al
padre tal como es en la realidad y como ya se mencionó
anteriormente es un padre que permanece bajo las indi-
caciones de la esposa, por lo tanto es un padre difícil de
percibir para el obsesivo (Becerra, 2010). Por otra parte
tenemos al padre simbólico, lo cual es la necesidad que el
obsesivo tiene de construir un padre, que cumpla aquellas
64
características que el desearía, principalmente uno que
logre ser mediador y cumplir la castración. Pero esta cons-
trucción es mítica, pues ese padre no está representado en
ninguna parte, pues el padre real no es como el desearía.
El complejo de Edipo
Con respecto al complejo de Edipo, en la infancia es posi-
ble que el obsesivo lo haya vivido de la siguiente manera:
el niño, tiene un deseo incestuoso hacia la madre y esto le
genera angustia por la posible castración al oír la voz, de
forma indirecta del padre, el cual le prohíbe cumplir este
deseo o será castrado. La zona erógena a cuyo alrededor se
organiza el fantasma obsesivo es el oído, que vibra, sufre
y goza de haber oído la voz imperiosa del padre (Nasio,